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David WOJNAROWICZ, When I Put My Hands on Your Body, 1990

“Cuando pongo mis manos en su cuerpo, en su carne, siento la historia de ese cuerpo. No sólo el principio de su formación, en ese lago distante, sino las formas más allá de su conclusión. Siento el calor y la textura y veo simultáneamente cómo la carne se desempaqueta de las capas grasas y desaparece. Veo la grasa desaparecer del músculo. Veo el músculo desaparecer alrededor de los órganos y separarse de los huesos. Veo que los órganos se descolocan gradualmente en la transparencia que emerge de un esqueleto que reluce como el marfil que gira lentamente hasta que se convierte en polvo. Me consume el sentir su pesadez, la manera en que su carne ocupa momentáneamente el espacio, su plenitud bajo mis palmas. Me sorprende cómo se ajustan perfectamente las curvas de su cuerpo a mis manos. Si pudiera unir nuestros vasos sanguíneos para convertirnos el uno en el otro lo haría. Si pudiera unir nuestros vasos sanguíneos para anclarle a la tierra en este momento lo haría. Si pudiera abrir su cuerpo y deslizarme dentro de su piel y mirar a través de sus ojos y por siempre unir mis labios a los suyos lo haría. Me hace llorar el sentir tu carne debajo de mis manos en una época de tanta pérdida. Me hace llorar el sentir el movimiento de tu carne debajo de mis palmas mientras que te giras hacia un lado para crear gestos que te permitan rodear mi cuello para acercarme más a ti. Todos estos momentos se perderán en el tiempo como gotas en la lluvia”.

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