
Pepe ESPALIÚ, El nido, 1993
En el verano de 1993, poco antes de su muerte y ya muy debilitado por la enfermedad, Pepe Espaliú es invitado a participar en Sonsbeek 93, exposición de intervenciones públicas que tuvo lugar en Arnheim (Holanda). Allí, en la copa de un enorme árbol que presidía el jardín del Gemeentemuseum, realiza El nido.
Cada día, durante ocho, el autor ascendía por una rudimentaria escalera de madera a una plataforma octogonal, primero para despojarse de una de las también ocho prendas que componían su vestimenta, una cada jornada, para continuar caminando un número ascendente de veces alrededor del tronco a la vez que fabricaba una especie de nido. La acción se convirtió en una ceremonia que descansaba sobre los escritos del maestro de la orden Mevlevi, Yalal al-Din Rumi, el poeta persa que tanto interesó al artista, a partir de los cuales desplegó un completo catálogo simbólico: el árbol desde su verticalidad establecía relaciones entre el cielo y la tierra, la renovación de sus hojas en primavera susurraba el carácter cíclico de la naturaleza, el número ocho era el infinito y la eterna posibilidad de regeneración, el movimiento circular remitía a la danza de los Derviches Giróvagos conocida como Semá... Por todo ello, la performance se convirtió en un auténtico ritual de desposesión, donde la pérdida que uno sufre podía resolverse con la pérdida que uno se da a sí mismo.
FUENTE: Texto de Juan Vicente Aliaga para el catálogo de la exposición Cómplices del Arte español contemporáneo, Madrid, (10 de mayo - 22 de julio de 2012), pp. 22-23