
Libro de las muletas
Cuento para sidosos
Lucas era un enfermo como otros. Un enfermo harto de «ir de enfermo». Delgado y pálido. Un día, sin fuerzas ya, decidieron comprarle unas muletas. Eran muletas metálicas, convencionales. Lucas las miró entristecido. ¡Qué utensilios más feos! Cómo iría él al jardín de siempre con esas dos enjutas patas metálicas, como un saltamontes. ¡Qué dirían aquellos que algún día se habían enamorado de él! Miraba por la ventana y no se decidía a salir..., nadie lo vería así, como a un inválido, con esas dos prolongaciones metálicas de sí mismo.
Otro día pensó en cambiar algo en ese tan funesto destino. Decidió dorar las muletas. Fue al dorador y le pidió que las cubriera de pan de oro. Al verlas quedó maravillado. Eran como dos joyas extrañas, dos joyas únicas, jamás vistas anteriormente. Al cogerlas y situarlas bajo sus hombros sintió fuerza, como si el reflejo del dorado metal le infundiera energía de la que carecía. Salió a la calle y corrió con sus muletas. La gente al verlo quedaba admirada. Qué brillo más fantástico. Era como una aparición.
Lucas pensaba en todo aquello que el oro significaba... eternidad, perennidad. En las películas que viera de pequeño en el Templo de Salomón, en la casa de Nerón, en el vellocino de oro, en el Santo Grial. Todo en él, todo en las muletas parecía sagrado. Los demás enfermos le miraban y también ellos parecían recuperar sus fuerzas, sus ganas de vivir. Lucas pensó que nunca había ayudado tanto a los demás...
Lucas decidió estar en sintonía con sus muletas. Recuperó su peso, y su piel se volvió tersa, y su pelo se ensortijó y volvió dorado y su mirada limpia, y su voz firme. Ya no era un enfermo, era alguien con muletas de oro. Pasados los días, comprobó que, de usarlas, las muletas perdían el pan de oro, que poco a poco se desgastaba y que curiosamente sus fuerzas se iban a la par. Sin más decidió que temporalmente iría al dorador a dorar de nuevo sus viejas muletas.
Esas muletas son de todos nosotros, son muestra de esperanza. Esas muletas son el símbolo de nuestra fe..., nuestro vivir.
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