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Félix GONZÁLEZ-TORRES, Sin título, 1991

Esta obra de Félix González Torres es una fotografía que representa una cama doble deshecha. Las sábanas blancas están arrugadas y en las dos almohadas aún se puede observar la huella que deja la cabeza al apoyarse sobre ella. Una de ellas, la de la derecha tiene esta huella más pronunciada. La cama, desprovista de todo elemento decorativo, aparece como un plano blanco sobre una pared también blanca en la que la iluminación lateral marca suavemente las arrugas del tejido. Esta iluminación nos recuerda a la luz que entra por una ventana por la mañana. Desde el punto de vista técnico se trata de una fotografía que es coherente con la austeridad de la escena. Una de las características fundamentales de esta obra es que fue instalada en 24 vallas publicitarias de la ciudad de Nueva York. Por un lado, el hecho de estar colocada en una valla publicitaria implica necesariamente el aumento del formato de la fotografía y por otro, condiciona el público al que está destinada. Así mismo, es interesante el hecho de que no sea una imagen única que esté colocada en un lugar determinado sino que sea una imagen múltiple colocada en diferentes contextos.

Lo primero que llama la atención es el contraste que se produce al observar una imagen que está íntimamente ligada al contexto privado en plena calle, es decir, en el contexto público por excelencia. La sensación que provoca tiene que ver con ese pudor que se establece cuando somos testigos de algo que no nos corresponde ver, de mirar por una cerradura una escena en la que no estamos invitados, como vogeures de la intimidad ajena. Esta sensación aumenta cuando somos conscientes que el único elemento representado es una cama y que, además, está sobredimensionada. La cama es uno de los lugares que representan la máxima intimidad dentro de la vida privada. La cama es el terreno en el que se materializan o se hacen físicos nuestros afectos, en el que se producen nuestros sueños, el lugar que nos acoge cuando estamos enfermos. Es el territorio físico más parecido a nuestro “ello” psíquico o el espacio en el que somos más libres, entendiendo por libertad la ausencia de normas sociales que condicionen nuestro comportamiento. Por otro lado, una cama doble habla también de otra serie de cosas. Es un espacio íntimo que se comparte con otra persona, establece una relación entre dos personas a través de vínculos emocionales y todo lo que ello conlleva. El hecho de que en la escena no existan más elementos que nos determinen la naturaleza de la relación nos permite ampliar el marco de lectura para preguntarnos cómo serán esas dos personas que ocupaban esa cama. No hay elementos que nos hablen de género, de edad o de clase. No hay elementos que nos distraigan de esa identificación directa que se establece ante la obra o que prioricen un punto de vista. De esta manera, la obra nos está transmitiendo que las normas y prejuicios que existen a nivel social, a nivel colectivo, en definitiva, a nivel público no son imperativas dentro del contexto privado y que esa ausencia de prejuicios que encontramos en nuestra intimidad debería ser por lo menos cuestionada a nivel público.

 

Las huellas de las almohadas potencian la sensación de presencia humana. En una fotografía en la que no están representadas personas reales esa huella es más fuerte que la presencia física, es imposible ver esta fotografía y no ver a esas dos personas que han ocupado la cama o que “todavía la ocupan”. De este modo, nos hace reflexionar sobre el sentimiento de pérdida, de abandono y, en último término, de muerte. Esta huella es la metáfora del hueco que queda después de la pérdida de un ser querido. Esta obra fue realizada al poco tiempo de morir la pareja de Félix González a causa delSIDA, lo cuál pone de manifiesto esa intencionalidad de marcar la ausencia.

 

Por otra parte, esta obra establece un diálogo muy claro entre el ámbito público y el ámbito privado. Intenta lograr una reflexión sobre lo que pasa cuando una confesión privada se pone en un contexto público. Cuestiona el concepto contemporáneo de espacio privado en el que las acciones del individuo tienen una clara implicación pública. Acciones que pertenecen a un ámbito que hasta hace poco tiempo estaba relativamente acotado, definido por una serie de valores implícitos que actualmente se están desligando, se están confundiendo y están en riesgo de desaparecer. Llama la atención sobre los peligros que esto conllevaría, ya no sólo a nivel individual sino a nivel colectivo.

 

La manera de exponerla en una valla publicitaria también trae consigo una serie de connotaciones. Las vallas publicitarias son espacios concebidos para la exhibición de mercancías, y se da por hecho que cuando una cosa ocupa este lugar está sometida a las leyes del mercado, tiene un precio y puede ser comprada. Al mostrar una escena de intimidad en este contexto se está cuestionando hasta qué punto la vida privada es un bien de mercado, sujeto a sus leyes y por lo tanto dominada por el pensamiento del poder. Cómo se puede, a través de diferentes mecanismos, convertir en producto, en material algo que se caracteriza justamente por lo contrario. La materialización y la rentabilidad de los comportamientos privados expuestos como públicos dan lugar, en muchos casos, a prejuicios que permiten juzgar a las personas por conductas que en ningún caso son de ámbito social o colectivo y condicionar de manera determinada su comportamiento. Existen hoy en día demasiados ejemplos de compra – venta de este tipo de “mercancías” y esto pone de manifiesto la necesidad de analizar los mecanismos por los cuales se interiorizan este tipo de actitudes sin el menor cuestionamiento moral o ético. Lo peor no es que se comercie o se utilice como herramienta de poder sino el hecho de que se da por supuesto que es lícito utilizarlo de esta manera. Por otro lado, es un intento de llegar a otro tipo de gente que normalmente no acude a los reducidos y elitistas espacios del “arte”. Es acercar el arte a la gente utilizando mecanismos propios de otras disciplinas para conseguir una mayor identificación y un mayor abanico de significados, para tener una idea más democrática de la práctica artística y de su funcionalidad a nivel social.

 

A través de la reiteración consigue que una misma imagen varíe en función del contexto. ¿Cómo influye el ámbito en la imagen? ¿una imagen es la misma independientemente de lo que la rodee? ¿se podría decir que nosotros como individuos sufrimos un efecto parecido?. Una imagen de este tipo, sin duda, varía en función de su contexto, de lo que la rodea, de igual manera que un individuo no es igual en un contexto o en otro. Es importante en esta obra esa idea dinámica del significado de las imágenes, los significados no son estáticos sino que cambian de acuerdo a quiénes somos y dónde estamos en un determinado momento. Se insinúa que la individualidad sólo importa cuando se reúne con otras, intercambiando el concepto de individualidad por el de identidad colectiva.

 

Este trabajo surge en conmemoración al aniversario de la rebelión de Stonewall. La rebelión de Stonewall marcó el comienzo del nuevo movimiento de masas por la igualdad de lesbianas, homosexuales, transgéneros y bisexuales. La rebelión estalló después de una redada policial de rutina en el Stonewall Inn (el “Stonewall Inn” era el bar preferido por los gays de Nueva York). Como la mayoría de los bares de homosexuales, Stonewall estaba administrado por personajes pertenecientes al crimen organizado y la policía corrupta. El 28 de junio de 1969 la gente no pudo aguantar más la persecución y la represión y cientos de gays se enfrentaron esa misma noche a la represión policial, terminando esa jornada con un muerto y varios detenidos.

 

FUENTE: MARTIN, Rut, El cuerpo enfermo: Arte y VIH/Sida en España (Tesis doctoral inédita), Madrid, 2010, pp. 193-196. Disponible pinchando aquí

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