
Pepe MIRALLES, Pensar el sida, 1992
Esta pieza parte de una intervención de un espacio público como es un escaparate del Gran Café de Abastos, en Valencia, para difundir un mensaje directo y sin paliativos. Sobre el cristal en tipología de imprenta color rojo aparece la frase “Pensar el SIDA” y detrás, en segundo plano, una caja de cartón con un rostro en cada uno de sus planos oculto bajo una cinta blanca que tapa los ojos y parte del rostro de cada uno de ellos.
La utilización de un escaparate es bastante significativa ya que implica que el mensaje utilizado quiere ampliar espacios, ganárselos a la calle y recuperar una visibilidad que, precisamente, es una de las carencias más importantes de los enfermos del SIDA. “Nos preguntamos cuál es el arte adecuado para un público demócrata. Debería estar fuera del museo, en edificios públicos, en la calle, en las plazas, en los parques”. El SIDA toma la calle, el individuo que transita se ve abordado por una demanda de atención, ajeno (en la mayoría de los casos) al SIDA, se ve obligado a detenerse y pensar el lugar que ocupa el VIH en la sociedad que lo rodea, en el entorno en que habita. Así, con ese tiempo que le ha ganado a cada persona que visiona la pieza y que se detiene a pensar estas cuestiones, genera un pequeño catalizador para el cambio, de lo individual a lo colectivo, desde las circunstancias personales de cada uno a la situación de una comunidad concreta. Las influencias de “Let the record show” (1987) de Gran Fury son claras, así como el pequeño guiño a Pepe Espaliú que encontramos en el texto utilizado, “pensar el SIDA” nos remite a ese “estar en el SIDA” que citaba constantemente Espaliú.
Las fotografías del rostro que ocupa los lados del cubo es un autorretrato del artista, pero su rostro no se identifica ya que se encuentra tapado por una cinta aislante que fija el hermetismo de una caja que deja patente la imposibilidad de acceder a su interior. Esa caja de Pandora que oculta los males del mundo, los malos presagios que ponen de manifiesto cómo el SIDA ha cambiado el modo de relacionarnos con el “otro” más de lo que, en principio, imaginamos.
El modo en que Miralles oculta su propio rostro tiene dos interpretaciones. Por un lado, alude a la invisibilidad de los enfermos de SIDA. Afectados que forman parte de una sociedad demasiado acostumbrada a ocultar o dejar al margen lo no normativo, lo que no luce en ese espejo del éxito en el que se tienen que reflejar sus individuos. Por otra parte, los ojos tapados son la metáfora de todas aquellas personas que prefieren no ver la realidad que se encuentra ante sus ojos para no implicarse, la pasividad de quien considera que el SIDA no es su problema. Así, aquel que no es capaz de mirar al “otro”, le está despojando de parte de su existencia ya que como decía Berckeley ser es ser percibido, sentimos que existimos en la medida en que “el otro” nos percibe.
Si bien es cierto, dado el contexto utilizado, la mayoría de las personas que entren en contacto con la pieza no van a detenerse a observar este segundo plano debido a la fuerza iconográfica del texto. Esta caja amplía la lectura de la obra, una profundización en la vía de reflexión establecida.
FUENTE: MARTIN, Rut, El cuerpo enfermo: Arte y VIH/Sida en España (Tesis doctoral inédita), Madrid, 2010, pp. 395-396.