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Nan GOLDIN

Nació en Washington en 1953 y durante su juventud vivió en Boston donde comenzó a los dieciséis años a utilizar fotografía, construyendo gradualmente una autobiografía visual muy interesante. Desde 1978 ha vivido y trabajado en Nueva York. Formó parte junto a David Armstrong, Jack Pierson y Mark Morrisroe de la Escuela Fotográfica de Boston. Ha exhibido su obra en galerías y museos de todo el mundo desde 1973. Junto a su trabajo fotográfico ha realizado libros de fotografías e instalaciones multimedia con diapositivas y sonido.

 

La fotografía es utilizada a modo de testigo de su existencia a través de las situaciones que va viviendo de las que no excluye los momentos más ásperos y dramáticos. Dirige la atención hacia sí misma y hacia las personas que componen el ambiente en el que vive cotidianamente. Construye una especie de diario visual y usa la fotografía como una manera de entender su propia vida y la de las personas que se relacionan con ella. Goldin ofrece imágenes por un lado, de fuerte impacto emotivo y por otro, figuras que se salen de la norma, con vidas alternativas que están fuera de ese gran cuadro de costumbres impuestas. Sus fotografías realizadas sin una excesiva atención a la perfección técnica, por lo menos aparentemente, dan prioridad manifiesta a la expresividad. Describen el momento en el que suceden los hechos, hechos cotidianos, hechos íntimos que forman parte de la historia personal del retratado y, por ende, de ella misma. Día tras día, retrata los estilos de vida de una comunidad que no se beneficia del “sueño americano” o que conscientemente lo rechaza.

 

El interés de Nan Goldín por el VIH/SIDA no sólo se refleja a través de sus fotografías sino que también se pone de manifiesto en la exposición colectiva que comisarió del 16 de noviembre de 1989 al 6 de enero de 1990 titulada “Witnesses: against our vanishing” en la Galería Artist’s Space de Nueva York. Esta muestra estuvo compuesta por una veintena de obras de artistas entre los que se encontraban David Wojnarowicz, Philip- Lorca Divorcia, Jane Dickson, Mark Morrisroe, Peter Hujar, Margo Pellitier, Vittorio Scarpati y Kiki Smith. La polémica que levantó esta exposición fue provocada por el texto escrito por David Wojnarowicz para el catálogo que fue motivo de una censura cuando John Fronmayer retiró los fondos asignados desde la Agencia Nacional para las Artes para esa galería. Esta experiencia emergió, paradójicamente, desde la necesidad de plantear un cambio en las representaciones moralizantes de la enfermedad que imperaban en esos momentos y en la creencia de que, a través de visiones alternativas, se puede llegar la normalización de aquellos que se encuentran marginados y estigmatizados por la epidemia.

 

A través de sus obras se pueden observar sentimientos como el amor y el odio, la sexualidad y la posibilidad (o imposibilidad) de las relaciones afectivas. Su energía demuestra una implicación personal intensa con las personas que pueblan sus imágenes y una capacidad de retratar a personas y modos de vida, muchas veces extremos, sin el menor atisbo de juicio moral. En el curso de los años 80, las enfermedades relacionadas con el SIDA, la droga y el alcohol mataron a muchos de sus amigos. La violencia de su propia vida, que fue reflejada en sus fotografías, ha hecho que durante los años 90 se torne más sutil, más reservada. También toca temas que se han mantenido vivos durante toda su carrera como la complejidad del amor, la ambigüedad de los papeles sexuales, el dolor, la alegría y la lujuria. Estos cambios se observan más en la experimentación de las posibilidades de la luz natural, los paisajes naturales, una gama más rica de emociones humanas que exploran los estados más abstractos, más intensos. Se podría decir que retratan menos la gente en particular y más la humanidad y las experiencias universales de la vida. Trabaja hacia una imagen independiente emocionalmente reflexiva. Las raíces de estos trabajos se pueden encontrar hace una década y se pueden observar a través de los autorretratos que realizó hace diez años después de que emergiera de un duro proceso de recuperación físico y psicológico. “Literalmente y de forma figurada he emergido de oscuridad y de luz descubierta y he comenzado a explorar estos cambios visualmente y metafóricamente en mis fotografía. (…) El abuso de la droga y elSIDA han afectado profundamente a mi comunidad. La supervivencia y la recuperación se han convertido en prioridades. Ésta se ha convertido en una época de curación: físicamente, emocionalmente y espiritualmente”.

 

FUENTE:  MARTIN, Rut, El cuerpo enfermo: Arte y VIH/Sida en España (Tesis doctoral inédita), Madrid, 2010, pp. 201-202

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